El dinero en un convento y un delirio que nació en Montevideo
Radio Miami Color – División Noticias –
Siguen las investigaciones del entorno mas cercano a la expresidenta argentina, Cristina Fernández y algunos detalles involucran a Uruguay.
El matutino El Observador de Montevideo dice hoy: Sentado en el asiento del acompañante en un auto manejado por el hasta entonces kirchnerista Alejandro Karlén, el exsecretario de Obras Públicas argentino José López recorría las calles de Montevideo durante una visita por las sesiones del Parlamento del Mercosur, donde ambos tenían una banca. Era mediados de mayo, y el poder de Cristina Fernández de Kirchner ya había caído en desgracia. «A vos, a mí, a (el ex ministro de Defensa Agustín) Rossi y a otros parlamentarios más los están investigando», le dijo Karlén a López.
Esa frase le quedó dando vueltas en la cabeza, pero no dijo nada en su casa a su regreso a Argentina y comenzó una cuenta regresiva de 30 días que terminó en un delirio monumental en la madrugada del 14 de junio, cuando la Policía lo encontró cuando trataba de esconder bolsos con casi US$ 9 millones en un convento en la localidad de General Rodríguez, a 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
Desde ese día empezó a ver como si todo el mundo lo persiguiera, como si estuviera siendo vigilado todo el tiempo. Correos electrónicos y mensajes de texto incoherentes, una muchedumbre en la puerta de su casa espiando sus pasos, su vida vigilada, de acuerdo a su versión de los hechos ante el juez federal Daniel Rafecas, frente a quien declaró ayer y cuya transcripción publicó el Centro de Información Judicial.
El 13 de junio, un enigmático mensaje le llegó a su celular: «Este es el día. Con Google no vas a poder». Se quedó más preocupado de lo que estaba habitualmente y salió de su casa con una computadora en su maletín hacia su oficina. Cuando estaba por entrar, una pareja que venía detrás le preguntó: «¿Qué llevará en ese maletín? ¿Droga? ¿Dólares? Nosotros queremos ese maletín», dice haber escuchado López.
La paranoia fue aumentando con el paso de las horas y de noche, en su casa, escuchaba voces. Su esposa le dijo que estaba delirando y que se fuera a descansar.
Pero López no le hizo caso. Le pidió a su pareja que llamara a la Madre Alba, del monasterio Nuestra Señora de Fátima, porque en ella era donde podía encontrar la paz. Tras hablar con la monja, y con los nervios todavía de punta, subió a su dormitorio en busca de una pistola Glock. Se quería suicidar.
Su esposa la había escondido previamente y no la pudo encontrar, y por eso optó por tomar un rifle calibre 22, que también tenía guardado. Cuando ella lo vio se asustó y se fue de la casa inmediatamente. Él desistió de pegarse un tiro. «No soy (el fiscal Alberto) Nisman, no me voy a suicidar», le respondió a una voz masculina que escuchó en su cabeza.
A esconder los bolsos
La locura por la fortuna que tenía oculta estaba en su pico máximo esa noche. Fue entonces que decidió ir a una casita que tenía al frente de donde vivía a buscar una escalera, y con ella volvió hasta su casa. Subió nuevamente al dormitorio y con la ayuda de esa herramienta abrió una ventana que daba al tanque de agua. Ahí escondía los US$ 9 millones, en un falso piso.
Dio vueltas y vueltas hasta que, de repente, reconoció la calle del convento. Decidió doblar con ese destino y allí frenó. Sin apagar el auto, con las ventanas abiertas y dejando la valija adentro, bajó el arma y los bolsos, y tocó incesantemente el timbre en el monasterio. Nadie atendía. Es que ya era de madrugada.
Al salir del monasterio, la Policía lo estaba esperando.